Cuando los marines orinaron la estatua de Martí y Cuba explotó de indignación

Cuba, 1949. Una noche de juerga, un grupo de marines en La Habana y un acto de irrespeto que desató la indignación del pueblo cubano. Lo que empezó como una simple borrachera terminó en un escándalo nacional cuando dos soldados estadounidenses escalaron la estatua de José Martí y la profanaron de la peor manera.

Si creías que este era un cuento viejo, espera a leer lo que pasó después. Porque los cubanos, como siempre, no se quedaron callados.

El desmadre en el Parque Central: Cuando los marines en Cuba se pasaron de la raya

Los marines de EE.UU. no tenían precisamente buena fama en la Isla. Cuando llegaban a puerto, lo hacían con ganas de fiesta y desorden. Bebidas, mujeres, juegos de azar y hasta peleas callejeras eran parte del paquete. Pero en marzo de 1949, las cosas fueron demasiado lejos.

Aquella noche, un grupo de marines andaba de parranda cerca del Parque Central de La Habana. Envalentonados por el alcohol, dos de ellos decidieron treparse en la estatua de Martí como si fuera un juego de feria. El problema no fue solo que la escalaron, sino que uno de ellos, en un acto de pura falta de respeto, orinó desde lo alto.

Los cubanos que andaban por la zona no tardaron en reaccionar. Gritos, insultos y pronto, las piedras y botellas empezaron a volar. El orgullo nacional estaba en juego y la gente no iba a permitir semejante ofensa.

El rescate de los marines: ¿Protección o encubrimiento?

Lo que comenzó como una protesta espontánea se convirtió en un caos. Los marines, al verse acorralados, intentaron defenderse, pero la furia del pueblo era mayor. Si no llega a ser por la intervención de la policía, aquello pudo haber terminado muy mal para los soldados estadounidenses.

Los oficiales los llevaron a la Tercera Estación de Policía, pero ahí no durarían mucho. En cuestión de horas, un oficial de la embajada de EE.UU. apareció para «rescatarlos», evitando así que enfrentaran la justicia cubana.

La indignación creció cuando se supo que, en lugar de un castigo ejemplar, los marines fueron entregados a un oficial de la Marina estadounidense y sacados discretamente de la Isla.

La prensa destapa el escándalo: Las fotos que hicieron historia

En medio del alboroto, un fotógrafo llamado Fernando Chaviano supo que estaba ante un momento histórico. Con solo dos planchas en su cámara, capturó la escena del ultraje y corrió a revelar las imágenes.

Las fotos se vendieron rápidamente al periódico Alerta, que las publicó en primera plana. Pronto, otros medios nacionales como Bohemia y Carteles se hicieron eco del suceso, desatando un escándalo sin precedentes.

Las imágenes no dejaban dudas: los marines habían cometido un acto de irrespeto imperdonable y, peor aún, se estaban saliendo con la suya.

¿Borrón y cuenta nueva? La respuesta oficial al escándalo

Ante la presión pública, el embajador estadounidense en Cuba, Robert Butler, intentó calmar las aguas con un gesto simbólico. Al día siguiente, colocó una ofrenda floral frente a la estatua de Martí.

Pero los cubanos no se tragaron el teatro. Ese mismo día, cientos de personas se congregaron en la Plaza de Armas para protestar frente a la embajada de EE.UU. El mensaje era claro: un ramo de flores no bastaba para borrar la ofensa.

El diario Hoy, en su edición del 16 de marzo, lo resumió de manera magistral:
«Aquí no ha pasado nada. Miembros de las fuerzas armadas de la nación vecina pueden orinarle la cabeza a Martí sin temor a que el gobierno de Cuba se dé por enterado.»

Pero lo que sí quedó para la historia fueron las fotos de Chaviano, prueba irrefutable de lo que había sucedido.

La estatua de Martí: Testigo de la historia cubana

El monumento a José Martí en el Parque Central de La Habana fue inaugurado en 1905. Su construcción estuvo a cargo del escultor José Vilalta de Saavedra y, desde entonces, se convirtió en símbolo del orgullo patrio.

Más de un siglo después, sigue en pie, recordándonos no solo la grandeza de nuestro Apóstol, sino también aquella noche en la que el pueblo cubano demostró que la dignidad no se negocia.